viernes, 16 de marzo de 2018

Caída del Imperio Romano


Occidente asediado

La división del Imperio en dos mitades, a la muerte de Teodosio, no puso fin a los problemas, sobre todo en la parte occidental. Burgundios, Alanos, Suevos y Vándalos campaban a sus anchas por el Imperio y llegaron hasta Hispania y el Norte de África.

Los dominios occidentales de Roma quedaron reducidos a Italia y una estrecha franja al sur de la Galia. Los sucesores de Honorio fueron monarcas títeres, niños manejados a su antojo por los fuertes generales bárbaros, los únicos capaces de controlar a las tropas, formadas ya mayoritariamente por extranjeros.

El año 402, los godos invadieron Italia, y obligaron a los emperadores a trasladarse a Rávena, rodeada de pantanos y más segura que Roma y Milán. Mientras el emperador permanecía, impotente, recluido en esta ciudad portuaria del norte, contemplando cómo su imperio se desmoronaba, los godos saqueaban y quemaban las ciudades de Italia a su antojo.



                                                              El saqueo de Roma
En el 410 las tropas de Alarico asaltaron Roma. Durante tres días terribles los bárbaros saquearon la ciudad, profanaron sus iglesias, asaltaron sus edificios y robaron sus tesoros.


La noticia, que alcanzó pronto todos los rincones del Imperio, sumió a la población en la tristeza y el pánico. Con el asalto a la antigua capital se perdía también cualquier esperanza de resucitar el Imperio, que ahora se revelaba abocado inevitablemente a su destrucción.

Los cristianos, que habían llegado a identificarse con el Imperio que tanto los había perseguido en el pasado, vieron en su caída una señal cierta del fin del mundo, y muchos comenzaron a vender sus posesiones y abandonar sus tareas.

San Agustín, obispo de Hipona, obligado a salir al paso de estos sombríos presagios, escribió entonces La Ciudad de Dios para explicar a los cristianos que, aunque la caída de Roma era sin duda un suceso desgraciado, sólo significaba la pérdida de la Ciudad de los Hombres. La Ciudad de Dios, identificada con su Iglesia, sobreviviría para mostrar, también a los bárbaros, las enseñanzas de Cristo.

fechas historia de Roma

Fin del Imperio Romano de Occidente

Finalmente, el año 475 llegó al trono Rómulo Augústulo. Su pomposo nombre hacía referencia a Rómulo, el fundador de Roma, y a Augusto, el fundador del Imperio. Y sin embargo, nada había en el joven emperador que recordara a estos grandes hombres. Rómulo Augústulo fue un personaje insignificante, que aparece mencionado en todos los libros de Historia gracias al dudoso honor de ser el último emperador del Imperio Romano de Occidente. En efecto, sólo un año después de su acceso al trono fue depuesto por el general bárbaro Odoacro, que declaró vacante el trono de los antiguos césares.

Así, casi sin hacer ruido, cayó el Imperio Romano de Occidente, devorado por los bárbaros. El de Oriente sobreviviría durante mil años más, hasta que los turcos, el año 1453, derrocaron al último emperador bizantino. Con él terminaba el bimilenario dominio de los descendientes de Rómulo.

Mitología Griega 1


Ares



Resultado de imagen de ares mitologia griega
En la mitología griega, Ares (en griego antiguo Ἄρης) se considera el dios olímpico de la guerra, aunque es la personificación de la brutalidad y la violencia, así como del tumulto, confusión y horrores de las batallas, en contraposición a su hermanastra Atenea, que representa la meditación y sabiduría en los asuntos de la guerra y protege a los humanos de sus estragos. Los romanos lo identificaron con Marte, dios romano de la guerra y la agricultura (al que habían heredado de los etruscos), pero este gozaba entre ellos de mucha mayor estima.


A pesar de ser identificado como dios de la guerra, no siempre sale victorioso en los combates. De hecho, resulta varias veces herido, sobre todo en sus enfrentamientos con su hermanastra Atenea, divinidad también guerrera. También resultó herido dos veces por Heracles y humillado por Hefesto. Se lo representa como hijo de Zeus y Hera, aunque existe una tradición posterior según la cual Hera lo concibió al tocar una determinada flor que le ofreció la ninfa Cloris, en lo que parece ser una imitación de la leyenda sobre el nacimiento de Hefesto, y es recogida por Ovidio.​ También existe una leyenda similar sobre el nacimiento de Eris, diosa de la Discordia. Su lugar de nacimiento y auténtico hogar estaba situado lejos, entre los bárbaros y belicosos tracios,​ y a este huyó cuando fue descubierto acostándose con Afrodita.​

Los griegos nunca confiaron en Ares, quizá porque ni siquiera estaba influenciado por el espíritu de pertenecer a un bando, sino que a veces ayudaba a una parte y a veces a la otra, según le dictaban sus inclinaciones. Su mano destructiva se veía incluso tras los estragos provocados por plagas y epidemias. Este carácter salvaje y sanguinario de Ares lo hacía ser odiado por otros dioses, incluidos sus propios padres.

«Ares» fue también un adjetivo y epíteto en la época clásica: eran comunes los títulos Zeus Areios, Atenea Areia e incluso Afrodita Areia.

Mitología Griega 2


Grifo: animal mitológico

Grifo

Tal vez una de las criaturas mitológicas menos conocidas para el público en general sea el Grifo, ya que aún en nuestros días no parece estar ni siquiera muy claro cuál es su origen. Este ser, cuya parte superior está conformada con la cabeza de un águila gigante con plumas de color dorado, un aguzado pico y unas potentes garras (cuyas uñas se dice que eran del tamaño de los cuernos de un buey), mientras que la inferior se corresponde con la de un león de pelo amarillo, vigorosas patas y cola.

También es cierto que algunos de ellos aparecen representados con orejas puntiagudas o con plumas en la cola y, según la mitología, se le considera ocho veces más fuerte y mayor que un león. Además, era capaz de agarrar un caballo o un hombre armado y transportarlo por los aires sin ningún tipo de dificultad; de hecho, sus garras eran de tal tamaño que se decía se podían fabricar copas y tazas con cada una de ellas.

En este sentido, durante la Edad Media se comercializó con supuestas garras de Grifo, atendiendo a la creencia de que si se les introducía veneno dentro cambiarían de color. Sus presuntas costillas, además, eran utilizadas para la fabricación de arcos de flechas.

De ellos se aseguraba que tenían un sentido de la visión muy aguzado y que eran ágiles y fuertes. Cuando se alzaba a volar, la potencia de sus alas era tal y levantaba tanto viento que era capaz de tumbar a una persona.

También eran caracterizados como animales crueles, rapaces y codiciosos, auténticos enemigos de los hombres. Los caballos parece que tampoco gozaban de su beneplácito.

Según la mitología griega, los Grifos vivían en los montes Hiperbóreos (localizados en algún lugar de Escitia), aunque algunas hipótesis sitúan su origen en Oriente Próximo y aún lo podemos encontrar como motivo de decoración durante la época romana y la Edad Media. Aparece también como emblema en la heráldica, del mismo modo que el unicornio o el león, representando en este sentido el valor, la fuerza y la vigilancia.

Mitología Griega 3


El mito de Electra

El mito de Electra cuenta la historia de la hija de Agamenón, rey de Micenas, y su esposa, la reina Clitemnestra, hermana de Helena de Troya. Agamenón y Clitemnestra tenían además otro hijo más joven, Orestes, y otra hija de nombre Ifigenia. Ifigenia, según cuenta Homero en la Iliada, fue sacrificada por su propio padre a cambio de protección en su camino hacia Troya.

Tras la huida de Helena con Paris, Agamenón se embarcó rumbo a Troya y allí permaneció asediando la ciudad hasta que finalmente se pudo hacer con ella tras colar dentro el famoso Caballo de Troya. Diez años duró el asedio. Mientras la reina Clitemnestra fue seducida por el ambicioso Egisto y se convirtieron en amantes.

Pero el rey volvió y tomó posesión de su casa y de su reino. En cuanto tuvieron ocasión, Egisto asesinó a sangre fría a Agamenón para eliminarlo como obstáculo en su camino hacia el poder. Clitemnestra fue su cómplice. Electra fue testigo y en su interior comenzó a crecer el odio hacia Egisto, pero sobre todo hacia su propia madre por haberle arrebatado a su padre.

Electra y Orestes

Desde ese momento Electra no vivió sino esperando el momento en que pudiera vengar la muerte de Agamenón. Protegió a su hermano pequeño enviándolo lejos, al monte Parnaso, bajo la protección del rey Estrofio, hasta que tuviera edad suficiente como para reclamar el trono y ejecutar su venganza.

El día llegó, unos años después, cuando Orestes volvió ya convertido en adulto y consiguió colarse en el palacio real tras haber hecho creer a todos que había muerto. Su objetivo era acabar con Egisto y Clitemnestra y reclamar su lugar como sucesor legítimo de su padre. Así lo hizo, pero la visión de su madre muerta con su puñal en el pecho lo empujó hacia un estado de locura que lo hizo huir y, según cuentan algunos autores clásicos, refugiarse en el templo del Oráculo de Delfos atormentado por las Furias.

Cuentan las distintas versiones de este mito que Orestes fue perdonado por los propios dioses ya que su venganza fue el punto final de la injusticia cometida contra los hermanos.

Un tiempo después Electra contrajo matrimonio con Pílades, hijo del rey Estrofio y amigo de confianza de Orestes durante su niñez en el exilio.

Este mito puso nombre a la enfermedad "Complejo de Electra".

En parte es lógico que la niña llegue a decir que se quiere “casar con papá”, porque es su referencia amorosa al ser el único hombre que conoce y que, por imitación a su madre, desea lo mismo. Por ello, los padres deben hacerle entender la prohibición del incesto y el complejo de castración; sólo así se podrán determinar los roles parentales.

Si todo se desarrolla bien, la niña asume su derrota, reconoce que la madre es la preferida, y se dispondrá a buscar otro amor. Por el contrario, si no se rinde a esta evidencia se puede generar una anomalía patológica. De ahí que para poder curarse en el tratamiento psicoterapéutico la afectada debe aceptar su atracción y superarla.